jueves, 13 de agosto de 2015

La Virgen pronuncia unas palabras en el Día de Fátima y Rosa Mística después de la Santa Misa Sacrificial Tridentina según Pío V.

En la Casa de la Gloria en Mellatz por tu herramienta e hija Ana.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo Amén. El altar de María estaba hoy brillantemente iluminado. Brillaba con un resplandor dorado y plateado. El manto de la Virgen estaba cubierto de diamantes y pequeñas perlas blancas. Los ángeles entraban y salían. Durante la Santa Misa del Sacrificio, el altar del sacrificio también estaba bañado en una resplandeciente luz dorada.

La Madre Celestial pronunciará unas palabras: Yo, vuestra queridísima Madre Celestial, vuestra Reina Rosa de Heroldsbach y vuestra Madre Inmaculada Recibida y Reina de la Victoria en Wigratzbad hablaré hoy unas palabras para vuestra información, para que no estéis tan tristes.

En primer lugar, Mis queridos hijos de Heroldsbach, quiero daros las gracias por toda la buena organización que habéis hecho. Después del Dvd se celebró una digna Santa Misa de Sacrificio en la hondonada. Los peregrinos pudieron tomar muchas gracias de este lugar de Heroldsbach, porque habían llegado allí bajo grandes dificultades.

Mis queridos hijos, no os entristezcáis porque por el momento sólo se dan muy pocos mensajes cortos porque Mi pequeña está muy enferma. Desgraciadamente, ha sufrido mucho bajo la vigilancia bajo la que está Mi pequeño rebaño a través de estos corredores de expiación hacia Wigratzbad. Hay que prestarles mucha atención. Eso ha afectado mucho a mi pequeña, física y mentalmente.

Por favor, Mis amados peregrinos de cerca y de lejos, tened comprensión por esto. Mi pequeña sufre mucho por esto. Os pide que sigáis rezando por ella como lo habéis hecho hasta ahora, este gran número de rosarios. Para ella y para el pequeño rebaño esto es urgentemente necesario, porque ellos la sostienen amorosamente y están a su lado día y noche.

Sí, el mayor sufrimiento ha comenzado, Mis amados. Es casi inhumano para mi pequeña y, sin embargo, sigue diciendo un «sí» dispuesto al Padre Celestial.

«Sí, Padre, aunque me cueste lo indecible, Te sigo amando como antes y nunca Te dejaré. Querida Madre de Dios, Tú eres mi única Madre. Vosotros, santos ángeles, estáis a mi lado, y os agradezco una y otra vez vuestra compañía y el amor y los cuidados que me dais. Amén».

Yo, la querida Santa Madre, quiero agradeceros una vez más todo el amor que me demostráis en la noche de la expiación en Heroldsbach. Dará sus frutos.

Así te bendigo, tu queridísima Rosa Reina de Heroldsbach e Inmaculada Madre Recibida y Reina de la Victoria con todos los ángeles y santos, en la Trinidad, el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo. Amén.

Eres amada por la Trinidad y por tu queridísima Madre. Amén.