Mensajes a Edson Glauber en Itapiranga AM, Brasil
martes, 17 de febrero de 2015
Mensaje de Nuestra Señora Reina de la Paz a Edson Glauber

¡La paz sea con vosotros!
Mis queridos y amados hijos, hoy mi Hijo Jesús extiende su mano para bendeciros y su mirada misericordiosa, sobre vosotros y vuestras familias, así como sobre la Santa Iglesia y el mundo entero.
Mi Divino Hijo os ama y cada día concede innumerables gracias a la pobre humanidad pecadora, a través de su Santo Sacrificio de la cruz celebrado en muchos altares del mundo, en la Santa Misa.
No os apartéis del Corazón de Jesús, sino entregaos a Él sin reservas, para que vuestras vidas se iluminen y vuestros corazones se inflamen con su Amor Divino. Muchos hombres ingratos y pecadores ofenden grandemente a mi Hijo Jesús con sus terribles pecados. Nunca como en estos tiempos las ofensas han sido cada vez peores. Satanás ha inflamado muchos corazones con los dardos del placer, la sensualidad y la impureza.
Ofrece al Padre del Cielo los méritos de mi Hijo Jesús y su pasión en la cruz, suplicando perdón y misericordia para el mundo, para que se reparen los terribles pecados y se aparte la justicia divina.
Lo que duele y desgarra mi Corazón es la indiferencia de muchos fieles, y a veces incluso de los Ministros de la Iglesia de mi Hijo, que ya no luchan contra los terribles pecados y ofensas cometidos contra mi Hijo Unigénito, sino que los promueven y aceptan como normales.
No, hijos míos....Los pecados están acarreando grandes castigos al mundo. Si no se reparan y no se aplaca la justicia con oraciones, ayunos y penitencias, el mundo será golpeado terriblemente, y ni siquiera las diócesis y parroquias se salvarán, porque han sido lugares de terribles ofensas, sacrilegios y profanaciones, cometidos contra Dios.
Las obras del cielo no se mezclan con las obras de la carne y del mundo. Pero la luz divina denuncia las tinieblas y las combate. Sé la luz de Dios en la vida de tus hermanos, que están ciegos y en las tinieblas. Ésta es la hora del gran trabajo que hay que hacer, de la gran batalla contra el mal, para salvar el mayor número posible de almas para el cielo.
Coged vuestros rosarios y rezad, rezad, rezad. Esta batalla sólo se gana con la oración. Uníos a vuestra Madre celestial, consagrándoos siempre a mi Corazón Inmaculado, y tendréis la fuerza, la luz y la gracia para vencer todo mal y todo pecado. Os bendigo y os doy mi paz: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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