Mensajes a Ana en Mellatz/Goettingen, Alemania
domingo, 26 de julio de 2015
Noveno domingo después de Pentecostés. Día conmemorativo de la Santa Madre Ana.
El Padre Celestial habla después de la Santa Misa Sacrificial Tridentina según Pío V en la capilla de la Casa de la Gloria en Mellatz a través de Su instrumento e hija Ana.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo Amén. Hoy hemos celebrado la fiesta de la Santa Madre Ana. En el altar de la Virgen María estaba la estatua de la Santa Madre Ana. Este altar estaba decorado con muchas flores en honor de la Santa Madre Ana.
El Padre Celestial hablará hoy, en este Día de Honor de la Madre Ana: Yo, el Padre Celestial, hablo ahora y en este momento a través de Mi voluntarioso, obediente y humilde instrumento e hija Ana, que está enteramente en Mi Voluntad y repite sólo palabras que vienen de Mí.
Amados hijos del Padre, amados hijos de María, amado pequeño rebaño y seguidores y amados creyentes y peregrinos de cerca y de lejos. Cuánto os amo a todos. Hoy habéis celebrado una Santa Misa Sacrificial válida en esta Fiesta de Santa Madre Ana, como cada domingo, en el Rito Tridentino. Yo, el Padre Celestial, subrayo: Una Santa Misa Sacrificial válida. No se puede comparar con la comunidad de la comida. Desgraciadamente, la falta de fe ha salido a la luz de tal manera que ya no se puede reconocer la verdad. La Santa Madre Ana te pide que sigas sacrificando esta oración del martes contra la falta de fe que ha invadido hoy la Iglesia Católica.
La Santa Madre Ana dio a luz a la Inmaculada Concepción de la Virgen María. Mis amados hijos, ¿puede alguien comprender que la Inmaculada Madre de Dios fue concebida en su vientre, en el vientre de la Santa Madre Ana? ¿Podéis comprender esto Mis amados hijos? ¿Podéis comprender lo que esto significa o es un secreto muy grande? Sí, Mis amados, sigue siendo un secreto. Como tanto en la fe debe permanecer misterioso. Creeréis, mis amados. La fe atestigua que no pides ver milagros, sino que crees que este misterio sigue siendo un misterio para ti. La fe es importante hoy, mis amados. Cuánto sufro por esta falta de fe, al igual que vuestra amada madre Ana. Ella Me pide a Mí, el Padre Celestial, que tenga misericordia de esta Iglesia Católica, que hoy se destruye cada vez más, sobre todo por falta de fe.
¿Debéis comprenderlo todo, Mis amados hijos, o creéis sin ver, sin profundizar y sin tener que comprender nunca lo que debería permanecer en secreto? ¿Podéis comprender la Sagrada Eucaristía, este gran misterio? ¡No! Ni siquiera era comprensible para la querida Santa Madre. A la Santa Madre Ana se le permitió educar a la Madre de Dios en el Santo Matrimonio con San Joaquín. La Santísima Madre les fue obediente. No se rebeló, al contrario, a la Santa Madre Ana se le permitió enseñarle todo en la fe. La Santísima Madre guardaba esto en su corazón, porque Ella era santa. Fue concebida sin pecado original. Eso tampoco podéis comprenderlo. La querida Santa Madre Ana tampoco podía comprenderlo. Y, sin embargo, creía que la Inmaculada había nacido de Ella. Se lo enseñó todo, a pesar de que la Santísima Madre la había aventajado en santidad desde el principio. La Santísima Madre aceptó humildemente todo esto.
La Santa Madre Ana es algo muy especial para vosotros. La oración que rezáis cada martes en honor de la Madre Ana tiene gracias especiales. Penetra en la Iglesia. No podéis comprender qué gracias se permite derramar la queridísima Madre Ana este martes. Habéis apreciado mucho la canción de la Madre Ana. En muchos lugares se canta hoy esta canción. También es la patrona de Silesia. Y los silesianos la disfrutan. Allí la veneración a la Santa Madre Ana sigue muy presente. Su amor por Jesucristo en la Trinidad fue muy grande desde el principio. En todas partes se hizo notar: En su matrimonio con San Joaquín y en la educación de la queridísima Madre de Dios. «El amor -dijo la Santísima Madre- era muy importante para Mi madre y para Mi padre Joaquín. El amor al Dios Trino me fue enseñado una y otra vez. Podía leer de su madre, la Santa Madre Ana, lo que significa el amor. La Santa Madre Ana siempre antepuso el amor al Dios Trino. La Santa Madre la educó en el amor. Sí, siempre pudo leer en sus ojos lo que significaba la Santísima Trinidad. Era obediente a su queridísima Madre Ana.
¿Qué significa hoy para nosotros la Santa Madre Ana? Podemos invocarla en esta incredulidad de la Iglesia. Podemos invocarlas en nuestras peticiones especiales. La castidad era muy, muy importante para ella. Y puesto que la fornicación ha entrado hoy en la Iglesia católica, rezad especialmente a la Santa Madre Ana. Tuvo un matrimonio muy bueno con San Joaquín. Y la Santa Madre supo leer a sus padres. El amor siempre ha penetrado en ti.
El amor es lo más grande y lo más elevado que se nos da en la fe. Qué grande es el amor. Lo superará todo. El amor debe entrar de nuevo en la fe. Si amo a mi prójimo, podré amar a Dios. Pero si rechazo a mi prójimo, el amor de Dios está lejos. Muchos no comprenden esto hoy en día. Muchos sacerdotes ya no quieren oírlo. Y, sin embargo, son precisamente estos hijos sacerdotales, a los que la Santísima Madre y también la Santa Madre Ana amaban de un modo muy especial, los que deben marcar el camino del amor, como ejemplo. Deben volver a ser modelos. Sólo podrán hacerlo si los fieles se dejan inflamar por el corazón de los sacerdotes. «Deben hablar mucho más -dice la querida Madre Ana- del amor de Jesucristo. Es sumamente importante que podamos contemplar a esta Santa Madre Ana en nuestros corazones. Podéis pensar en ella porque la queridísima Madre de Dios amó mucho a Su Madre. Aunque era la Santísima Madre, la Santa Madre Ana, que la dio a luz, la amaba mucho. No podemos comprender esto en su totalidad, Mis queridos hijos. La Santísima Madre, la Inmaculada Receptora, que fue elegida desde el principio, no debía ser inferior en obediencia a Su queridísima Madre Ana. Ella las amó en obediencia. Fue un modelo para ella en todos los aspectos.
¿Y cómo era con nuestra queridísima Santa Madre Ana? Ella dialogaba a menudo con la Santísima Madre sobre el Dios Trinitario. La queridísima Santa Madre lo comprendió todo, todo. Y así nosotros también debemos acudir a la querida Madre Ana en estos tiempos. Ella comprenderá nuestras necesidades y también las llevará ante el trono del Padre Celestial. El Padre Celestial lo recibirá todo de sus manos, porque la ha elegido para dar a luz a la Madre de Jesucristo, la Madre de Dios.
Cuánto espera hoy la Santa Madre Ana esta fe, que debe entrar de nuevo en la Iglesia católica. Cuánto pide a la Virgen que pida al Padre Celestial misericordia y el perdón de todos los pecados graves. Que Él escoja muchas almas expiatorias para que estos pecados graves sean borrados en estos tiempos. Todo debe ser expiado. La expiación en nuestro tiempo significa muchos sacrificios y mucha oración. Todo debe ser expiado. Es triste que esta falta de fe sea cada vez más fuerte. No podemos comprenderlo. Decimos: «¿Por qué no interviene el Padre Celestial? ¿No ve todo lo que ocurre en nuestra Iglesia católica? ¿Permanece mudo e impotente? ¡No! No es eso. Él lo ve todo. Sólo que no debemos determinar este punto en el tiempo, que Él mismo elige. «Su brazo de ira», dice la madre Ana, “ha dejado que se hunda”. Sí, eso también es cierto. Ahora esperáis la intervención del Padre Celestial, Mis amados creyentes de cerca y de lejos. No podéis comprender ni comprenderéis por qué no intervengo, por qué no elijo ahora este momento. Por qué se necesita tanto tiempo para que este acontecimiento llegue a vosotros.
El acontecimiento te ha sido predicho. Ahora depende de tu fe, de tu confianza. Cuanto más creas y confíes, más podré concederte Yo, el Padre Celestial. A menudo os resulta difícil cuando veis que no ocurre nada ni nada en esta Iglesia católica que ponga fin a estos graves pecados y ultrajes. No podéis comprenderlo. Debéis dejar enteramente en Mí la intervención de vuestro Padre Celestial. Yo Soy el Omnipotente, el Todopoderoso, el Omnisciente Dios en la Trinidad. En obediencia, la Madre Ana consideró todo en su corazón y así lo hará hoy. En obediencia lo aceptó todo. A menudo le resultaba ciertamente difícil, pero se esforzaba por alcanzar la santidad. El esfuerzo por la santidad debe penetrar de nuevo en la Iglesia católica. Cuando rezas, te sacrificas y expías, estás progresando en el camino de la santidad. Si haces sacrificios, aunque no comprendas nada, y en esta no-comprensión transmites la fe, pues ésta presupone la confianza en ti, entonces estás en el camino de la santidad.
Confiad, amados Míos, espero hoy de vosotros una profunda confianza, como la Santa Madre Ana confió en Mí, el Dios Trino, para que en su seno naciera la Inmaculada Recepción de la Santísima Madre. En toda su vida no pudo entenderlo ni comprenderlo. Y, sin embargo, creyó. Nunca pasó de ella la incredulidad que a veces quería tomar asiento en su corazón. Entonces rezó e imploró de un modo muy especial.
El maligno campa a sus anchas, amada mía. Quiere sembrar la discordia en vuestros corazones. Quiere que entre en vosotros la incredulidad. El maligno es astuto. A menudo no podéis reconocerlo cuando el maligno os tiende la mano y presenta las verdades como mentiras. Las mentiras se difunden hoy en la Iglesia católica como verdades. El maligno se alegrará si crees eso. Pero le oponemos nuestra verdadera fe. Sólo hay una fe verdadera y es la fe católica y apostólica, que Jesucristo mismo enseñó. Él murió por esta fe, porque de Su costado fluyó la Santa Iglesia, esta Santa Iglesia Católica. Lo que hoy queda de ella, podríamos decir. Se ha intentado destruir esta Iglesia hasta hacerla irreconocible. La han igualado con otras religiones, con otras comunidades de fe.
Como he dicho, mis queridos hijos del Padre, sólo existe esta Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica, en la que creéis y que confesáis y testificáis. Y por ello os doy las gracias. No estáis ociosos para hacer sacrificios en cualquier situación. Estáis dispuestos a tomar la cruz sobre vosotros, como hizo la Santa Madre Ana. Hacedlo con ella de inmediato. Con la cruz sobre los hombros y la fe en el corazón, seguid avanzando por el camino de la santidad. Entonces nada podrá ocurriros, porque el maligno no podrá dañaros. Intentará derrocarte, pero estás protegido. Todos los ángeles están contigo, dándote protección en todo momento. La Santísima Madre también está con vosotros. Ella os ama, hijos vuestros de María, y nunca os deja solos, como tampoco os deja sola vuestra Santa Madre Ana.
Hoy habéis celebrado esta fiesta en domingo. Por eso debe celebrarse especialmente, también en otras iglesias, que aún mantienen la Santa Fiesta Sacrificial Tridentina y nunca compararla con la comida de confraternidad, porque la comida de confraternidad no sustituye a la Santa Fiesta Sacrificial Tridentina. Se hace inmediatamente y significa, que se puede celebrar una vez la comida sacrificial Tridentina y al mismo tiempo también la comida comunitaria. Así lo dice este Concilio Vaticano I. No, hijos míos, no puede ser. No es posible. Esto ya lo podéis comprender con la mente. Sólo la voluntad es decisiva para vosotros. ¡Yo quiero creer! Adoro a la Santísima Trinidad en Mi Corazón e invoco a la querida Madre Ana para que me ayude, especialmente en este día. Ella estará conmigo. Ella me protegerá de todo y también caminará conmigo en mi camino de fe.
La Santa Iglesia Católica nunca perecerá, aunque el maligno siga intentando destruirla y le encuentre seguidores. Muchas personas hoy en día ya no pueden creer porque no tienen modelos a seguir. La Santa Madre Ana es un ejemplo para todos. Ella guardó la fe en su corazón. En obediencia lo aceptó todo. No podía comprenderlo, pero creía. Creía en lo que no podía comprender.
Nunca, Mis amados hijos, perdáis de vista a esta Santa Madre Ana. Es más, ella debe ser un modelo para vosotros, un gran modelo. Os doy las gracias a todos por adorar a Mi Santa Madre Ana, que dio a luz a la Madre de Mi Hijo Jesucristo. Ella os ha precedido en la fe y en el amor. Ella no preguntó: «¿Lo comprendo todo o creo ciegamente?». Debes considerar en tu corazón todo lo que no puedas comprender y luego acudir a la querida Madre Ana. Ponlo en su corazón creyente y amoroso, entonces el maligno no podrá hacerte daño, porque tu fe no puede ser torcida. El maligno es el pervertidor de la fe. La verdad es mentira para él. Y para vosotros, mis amados hijos, la fe verdadera es la verdad. Y una verdad no se puede tergiversar. Es la verdad y siempre sigue siendo la verdad.
Hoy en la Iglesia Católica incluso la mentira se presenta como verdad, por desgracia, mis amados hijos. Pero vosotros no permitís que esto ocurra mediante vuestra oración y mediante vuestra constante fe verdadera. Confiad en vuestro amor. Dejad que el amor crezca en vuestros corazones, entonces también crecerá la fe. Amad a vuestros enemigos, incluso a los que os persiguen, y rezad por ellos. Necesitan urgentemente tu oración. Asume tu cruz, aunque te acusen de maldad. Reza especialmente por tus enemigos, entonces estarás en la verdadera fe y podrás seguir adelante y tu alma no sufrirá daño. El amor, creed en él, amados míos, sigue siendo siempre lo más grande y lo decisivo y a esto pertenece también el amor a los enemigos. Muchos se han olvidado de rezar por el enemigo en estos tiempos. Son despreciados y perseguidos y creen que deben hacer lo mismo con sus enemigos. ¡No! Esto no es lo que dice tu verdadera fe católica. Debéis aprender a soportar muchas cosas en la fe. Tu alianza bautismal debe ser firme, sólida como un pilar. Y este pilar es la fe, la fe en el Dios Trino.
Una y otra vez quiero repetirme hoy, Mis queridos hijos del Padre e hijos de María, porque es sumamente importante en estos tiempos seguir creyendo que vuestro Padre Celestial puede conseguirlo todo. Yo sigo siendo siempre el Omnipotente, el Todopoderoso y Omnisciente Padre celestial en la Trinidad. Por el amor os leeréis, por el amor del otro y por vuestro amor.
Por eso quiero bendeciros hoy, este domingo, en la fiesta de la Santa Madre Ana, con ella y con la Santa Madre de Dios y con todos los ángeles y santos en la Trinidad, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Eres protegido y amado desde la eternidad. Recordad siempre que el amor sigue siendo lo más grande. Amén.
Oración del martes a la Santa Madre Ana .
Desde lo más profundo de mi corazón pecador te saludo, oh graciosísima Madre Ana.
Con este saludo del corazón te deseo felicidad por todas las gracias que el querido Dios te ha concedido en este día.
Bendito sea el martes en el que, para consuelo de los pobres pecadores, resucitaste como una clara aurora en tu nacimiento.
Bendito sea el martes en el que, como una luna perfecta, llena de virtudes y méritos, entregaste tu bendito espíritu.
Así, Cristo ha prometido bendecir a todos los que te honren el martes y te invoquen en sus necesidades físicas y espirituales.
Por eso te honro, Santa Ana, este martes y te invoco desde el fondo de mi corazón. Ven en mi ayuda en mis necesidades físicas y espirituales y consuélame.
¡Oh bendita abuela de Jesús! En tu nombre he alabado a Dios por tu bendito nacimiento y tu gloriosa partida de este mundo.
Humildemente te lo suplico Recíbeme entre el número de tus queridos hijos e inclúyeme en tu fiel corazón maternal. Entonces te guardaré para siempre en mi corazón y no te perderé nunca más.
El querido niño Jesús une nuestros corazones con un fuerte lazo de amor. Que tu querida hija María reciba nuestro amor en el tiempo y en la eternidad. Amén.
3 Padre Nuestro, 3 Ave María.
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