Mensajes a Edson Glauber en Itapiranga AM, Brasil
sábado, 8 de septiembre de 2007
Mensaje de Nuestra Señora Reina de la Paz a Edson Glauber

¡La paz esté contigo!
Hijo mío, dile a tus hermanos que oren, para que todos sean de Dios, porque el tiempo para la conversión está llegando a su fin. Los hombres no me escuchan y continúan ofendiendo al Señor con pecados graves. Haz penitencia, ayunando por tus hermanos rebeldes, por tu conversión y la conversión de todos ellos, para que Dios tenga misericordia de ti y del mundo. Hoy vine del cielo con mi Hijo Jesús y mi esposo José. Hoy queremos que veas esto.
En este momento vi el nacimiento de San José. Esta escena fue muy hermosa. San José era un bebé en los brazos de su madre Raquel y su padre Jacob. Todo el cielo estaba de celebración. Había numerosos ángeles alrededor de la casa. Era como si me hubieran transportado a ese momento, como si lo estuviera viviendo ahora en mi vida. Sabía que la Virgen y Jesús debían venir después, porque el nacimiento de San José prefiguraba la llegada de la Madre del Salvador y el Príncipe de la Paz al mundo. Poco después de esta visión desapareció y se me mostró otra escena: vi a San José a la edad de más o menos cinco o seis años. Estaba en la puerta de su casa y en la calle algunos soldados pasaban, llevando a un hombre prisionero. Estos soldados estaban golpeando muy mal a este pobre hombre, golpeándolo, arrastrándolo por la calle, tirándole del pelo, golpeándolo violentamente en la espalda con un palo. Esta escena impactó mucho a San José de niño, y también a mí, que vi todo esto. Esta imagen permaneció grabada en su mente y toda la noche permaneció en oración pidiendo a Dios por el pobre hombre moribundo y sufriente. En sus oraciones San José le pidió a Dios que enviara al Príncipe de la Paz al mundo, el que su padre Jacob le había dicho en sus enseñanzas que debía venir a liberar al pueblo de Israel. Oró, oró, oró insistentemente que sus oraciones fueron muy agradables a Dios. Al día siguiente, el niño San José fue a donde estaba el hombre prisionero. Este hombre estaba a pocos minutos de su casa. Debía ser llevado a otra ciudad ese día. San José no pudo acercarse al pobre hombre porque los soldados no se lo permitieron, pero a pocos pasos de él miró al pobre hombre. El hombre cuando vio a San José se sintió muy conmovido en su alma y sintió una gran paz y serenidad. Prácticamente todo el dolor que había estado sintiendo, causado por el maltrato que había recibido de los soldados se había ido. Solo con mirar a San José pudo tener el consuelo y pudo morir en la paz de Dios. Entendí a través de esta visión que ya desde joven Dios estaba preparando a San José para ser nuestro consolador e intercesor en la hora de nuestras aflicciones y muerte. Así como obtuvo consuelo para este pobre hombre en la visión, así obtendrá para nosotros la gracia de Dios para aquellos que le sean devotos y difundan su devoción.
Luego esta visión desapareció y se me mostró otra escena. San José apareció ya como un adolescente. Debía tener 14 años. Sintió en este momento una gran alegría en su corazón, algo muy fuerte que lo atraía cada vez más a Dios. De hecho, Dios hizo sentir a San José en su corazón la presencia de María, que ya había sido concebida en el vientre de su madre Santa Ana, pero él no entendió por qué. Este hecho permaneció desconocido para él, pero la presencia de María en el mundo lo hizo más fuerte en la fe y un hombre de oración y de Dios. Cuando nació la Virgen fue el momento en que decidió consagrar su virginidad a Dios. San José fue al templo en Jerusalén con sus padres y allí, delante del altar del Señor, hizo sus votos de pureza a Dios sin que sus padres lo supieran. Fue algo que surgió de lo profundo de su Corazón más Casto y que guardó como un hermoso secreto entre él y el Altísimo. En verdad, Dios ya había puesto Sus ojos en San José y ya lo había designado desde el principio para una misión tan grande, ser el esposo de María y el padre adoptivo de Su Amado Hijo. San José se estaba preparando gradualmente para esta misión. Después de haber visto todo esto, la visión desapareció. Y Nuestra Señora me dijo:
...Haz más conocido a mi esposo José. Él es un gran intercesor ante Dios en tus mayores dificultades y aflicciones. Quien recurre a él y a su Corazón más Casto obtendrá del Señor grandes gracias para su conversión y santificación, así como la gracia de la salvación, porque el Señor mira con amor a todos aquellos que honran a San José como Él desea. Dile esto a todos. Diles que no pierdan el tiempo, porque son tiempos de grandes gracias, antes de que lleguen las grandes calamidades al mundo. Te amamos, los tres, y siempre estamos de tu lado para ayudarte. Reza, reza, reza. Déjanos ayudarte. Queremos tu felicidad y que cada uno de ustedes reciba la gloria del cielo y la recompensa eterna.
Luego San José me dio este mensaje:
Aquellos que no se desprenden del mundo serán llevados junto con los sufrimientos que vendrán sobre la tierra y luego a sufrimientos eternos, porque no han acogido el llamado de Dios a la conversión. Conviértete, conviértete, conviértete!
Luego el Niño Jesús habló:
No pierdas el tiempo para que no llores más tarde. Te bendigo a todos: en el nombre del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Amén!
Orígenes:
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